Cortesía SoyMaratonista |
En pocos días el atletismo venezolano vivirá un gran día. Las
emociones y los arquetipos se juntarán y se dividirán. Muchos regresarán a casa
con la miel aún en los labios y el
hígado incrustado en la laringe. Será un día fervor de masas y citas
espirituales. Como la buena juerga, se
comentará en las subsiguientes semanas de resaca muscular, el tiempo que todo
lo erosiona, fracasará frente al recuerdo, pero traerá consigo una nueva
ilusión, más pequeña o grande, pero nueva.
Estar y no pertenecer, paradigmático y estrechamente ajeno,
como la cola del mercado, el hacinamiento del ascensor, como
la poesía de Borges o los epitafios autobiográficos. Somos una circunstancia
sobrevenida, la herencia innoble de los inmaculados fieles hoy olvidados por
los reflectores de la oportunidad.
No serán las zancadas de los nombres de las frías listas de
inscritos, serán las dos horas, once minutos y veinticinco segundos del yaracuyano Carlos Tarazona récord nacional de maratón.
La lucha incansable de Rubén Maza, la locura progresiva de los entrenamientos
de Oscar Mejías, la incansable juventud de Oswaldo Belandria y la hidalguía de
José Alejandro Semprún .
El descrédito en la adulación, decanta la sustancia cuando
la pulpa de la fruta concentra sus secretos. Los miles que surcarán las calles
pronto son el regreso hecho millones de unos sacrificados del deporte a quienes
te invito a dedicar un pensamiento y una gota de sudor en agradecimiento a
quienes construyeron esta especie de sentido de vida, con sus propias piernas.
@PedroPresente
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