Hagamos memoria de la historia de las carreras épicas. Una
competencia no sólo entre atletas sino también contra los organizadores. Como una
pugna de pulso, el organizador coloca retos cada vez menos alcanzables y el competidor
acepta con el objetivo de demostrar que lo imposible no existe para él.
Fue así que se edificó la leyenda del Tour de Francia, Los
Alpes, Los Pirineos, etapas de más de 24 horas de pedaleo, creadas para poder
producir una buena crónica amarillista que vendiera periódicos. Nacía la
tiranía de Desgrange, organizador del tour y provocador de varias rebeliones,
motines y merecedor de insultos a la llegada.
Era el año 1920, los hermanos Péliessier encabezados por el
primogénito Henry que iba marchando como líder, y fue sancionado con dos
minutos por desechar un tubular sin bajarse de la bicicleta. Este castigo fue
la chispa de una serie de peleas que llevaron a Desgrange a dar la orden de no
publicar más artículos de Henry en L´Auto (diario patrocinador de El Tour de
Francia). Entonces, Henry le dijo: Hasta el próximo domingo. El domingo, Henry
ganó Paris Roubaix, forzando al diario a publicar su apellido a ocho columnas
en la siguiente edición.
El conflicto más sonado se desató en el año 1924, por otra
norma cuestionable. Las etapas se largaban sin esperar a la salida del sol, los
competidores se colocaban abrigos para resguardarse antes de que aclarara el
día, y se iban despojando de la ropa en carrera. A Desgrange no le parecía bien,
y se inventó la regla de no poder soltar prendas en carrera. El chisme de moda
era que Henry usaba dos maillots idénticos para burlar la norma. El rumor
motivó a una inspección de un comisario que retrasó la salida del equipo de los
hermanos Pélissier. Una vez finalizado el conflicto, Henry se subió en los
pedales y bregó hasta alcanzar el pelotón, no sin antes dejar a su paso el
camino lleno de insultos a los organizadores. Al empalmar al pelotón, convenció
a su equipo de abandonar la carrera, se pusieron a la cabeza del grupo,
comunicaron la decisión e hicieron estallar de aplausos al gremio. Todos
siguieron a rueda de los Pélissier hasta el abandono y fueron despedidos con
una gran ovación.
Hoy el deporte y la vida se nos van borrando como el
desengaño de la muerte. Luchamos sin victoria por hacerla llegar a tiempo y no
antes como a ella le gusta. El ecosistema de los deportes nobles, los elementos
de nuestra motivación, se encuentran en oración por Enrique Molero, arrollado
por un camión piloteado por un beodo.
Ir a una competencia de largo aliento, esconde semanas de
preparación, pero éstas no pueden servir
como anzuelo, junto a la ansiedad de competir, para que iniciemos carreras en
las que no se garanticen las normas de seguridad para todos.
No hay derecho a ir borracho atropellando a la vida,
enrojeciendo tus mejillas con la rabia por el cierre de una vía recuperada para
el deporte, recuerda que quienes lo practican están cambiando para bien a esta ciega sociedad.
@pedropresente
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